domingo, 20 de enero de 2008



Escribo desde el dolor,
Desde la oscuridad,
Desde el frío y la soledad.
Escribo desde todas mis muertes,
Todas mis agonías.
No conozco otra manera
De hacerlo,
Sólo así sé vivir…
En mi propio infierno


domingo, 13 de enero de 2008

Cada sábado

Todo comenzó en Enero del 2006, fue el primer sábado del año… Recurro a las notas a las que haré alusión, a falta de un calendario, para asegurar que fue el sábado 7 de enero.

Legué a trabajar más temprano de lo normal, por ser sábado, día en que la locomoción suele ser un poco más rápida (aún no existía el transantiago).
Pegado en la pantalla de mi computador un papel pequeño y negro doblado a la mitad, letras blancas, sólo cuatro palabras, que no me decían nada…
No le di mayor importancia, lo dejé pasar, creo ni siquiera haberlo comentado.
Llegó el próximo sábado, esta vez no llegue tan temprano… mi compañera de oficina llego primero. Cuando me vio me entrego el papel, me dijo que estaba pegado igual que el otro, según la descripción que me hizo…
Esta vez eran sólo dos palabras, tampoco me hacían sentido alguno…
Busque desesperada entre mi agenda, justo en la hoja que correspondía al día 7 de enero, pegado con la misma cinta que lo habían colgado de mi pantalla, esperaba el bendito primer papel.
Los junte y leí:


*Podés querer el alba.
*Cuando quieras…


Mi compañera me exigió una explicación, pero yo necesitaba lo mismo…
Así sábado a sábado, la nota en papel negro y algún par de palabras blancas, aparecía colgando de mi pantalla, Todos los sábados las pegaba en la fecha que correspondía y saltaba de papel en papel, para unir esas frases…
Pero nada me indicaba una pista o algo.

Así seguí por 44 sábados. La última la recibí el sábado 4 de Noviembre, fue casi todo un año de ilusión, de ansía, esperaba ese día… toda la semana…
Recuerdo muy bien que después de esa última nota, el sábado siguiente, al llegar y no encontrar nada, tuve pena, era como si a mi día le faltará el motor que la movía.
Pero al final logré resignarme, nunca otra nota… Nunca esas blancas palabras que se convertían en un hermoso poema al saltar de día en día.

Ayer por motivos de cambio, embalando mis pertenencias encontré la agenda del 2006, la guarde en mi cartera, no tenía tiempo para repasar si no hasta llegar a mi casa.
Re leí con la ilusión que sentí cada vez que las recibía…
Maldije nunca saber quien pudo enviármelas. Maldije que tan abruptamente dejara de hacerlo.
Hoy se me ocurrió la brillante idea de poner las tres primeras frases en el buscador de Google, ¡¡¡¡bendita Internet!!!!

He aquí lo que me devolvió como resultado

Saberte aquí (Mario Benedetti)


Podés querer el alba
cuando quieras
he conservado intacto
tu paisaje
podés querer el alba
cuando ames
venir a reclamarte
como eras
aunque ya no seas vos
aunque mi amor te espere
quemándose en tu azar
y tu sueño sea eso
y mucho más
esta noche otra noche
aquí estarás
y cuando gima
el tiempo giratorio
en esta paz ahora
dirás
quiero esta paz
ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio corazón
sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
podés querer el alba
cuando quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado
sea despiadado y hostil
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí


Hoy entonces, creo saber quién fue… él siempre con su libro de selección de poemas de Benedetti bajo el brazo, abandonó el trabajo el viernes 10 de noviembre. Guardó en la misma agenda una pequeña nota de despedida que me escribió en el computador, ahí me dejó su número de teléfono y una pequeña reseña de su autor favorito… creo que nunca lo llame. Hoy recuerdo sus ojos grises, sus pasos callados, su linda sonrisa. Recuerdo lo lindo que me pareció cuando lo vi, recuerdo también que no recuerdo su voz, puede ser por las pocas veces que me habló.
Sí, siempre me gusto Benedetti, pero ese poema, justo ese no lo conocía.

domingo, 6 de enero de 2008

No es pecado???...

Vuelvo, si vuelvo...

Con esto que es más una reflección de Benedetti...


Once


Ningún padre de la iglesia
ha sabido explicar
por qué no existe un mandamiento once
que ordene a la mujer
no codiciar al hombre de su prójima.